miércoles, 11 de junio de 2008

Los Objetos Cerámicos. Alicia Romero

Los Objetos Cerámicos
Alicia Romero

Los objetos despliegan existencias de mundos posibles. Cada objeto acota un caos que, al expirar en sus bordes, lo convierte en signo.
Un objeto enuncia una relación y un orden a descubrir. Nos ofrece un juego de desciframientos y participa sus reglas. Incluso si no ha de instalarse en la conciencia, propone a la percepción una mutua complicidad. De un modo u otro nuestro cuerpo se transforma, en y con los objetos, y ellos se acomodan esperando lo que todo encuentro les reserva.
Un objeto también esconde un don, algo que alguien ofrece para otro, fruto de un doble movimiento de poder y prodigalidad. Albedrío del creador para concretarlo y largueza para cederlo a la circulación. Facultad del contemplador-usuario para recibirlo y generosidad para ponerse en el lugar del otro. En potencia los objetos encierran, entonces, placer y conflicto. Una dialéctica que desde Eva o Pandora, la humanidad intenta resolver
Un objeto no aparece aislado, siempre está en escena. Una escena que comparte el sujeto, ambos atrapados en la misma urdimbre. Un teatro poblado de historias sucedidas y por suceder, posibles e imposibles, deseadas o temidas. Los objetos hablan y callan cosas que sabemos o desconocemos. Encierran secretos y emiten voces.
Desterrado de su casa de origen, en el marco que le presta un museo, cada objeto repone una entidad especial en su convivencia con otros. Integrado a una muestra temporaria, atraviesa una situación provisoria, un lapso breve de tiempo público del que retornará con nuevas marcas.
En el presente Salón del Centro Argentino de Arte Cerámico, como en el anterior —y retomando una tradición por algún tiempo interrumpida—, conviven objetos que proponen, desde su tipología, distintas procedencias: diseño o arte, lo funcional o lo desinteresado de toda función predeterminada.
Este modo de categorizar, estéticamente establecido y socialmente eficaz en la Modernidad, se construyó hace más de dos siglos y es dable preguntarse si hoy no presenta algunas fracturas.
Fue en 1919, en un momento instaurador del diseño industrial, que Walter Gropius, expresó con firmeza: el artista es un artesano exaltado. Y más allá del contexto histórico y de análisis teóricos, tal vez fuera recomendable volver a pensar en esa ecuación de tres términos que quedó abierta hacia el futuro: Diseño, Arte, Artesanía. ¿Cuáles son sus actuales implicancias? ¿Cuáles su dominios de pertinencia? ¿En qué radican sus similitudes y sus distingos? ¿Cómo funcionan sus identidades cuando lo producido aparece en una exposición, sólo delimitado por el reparto en secciones?. ¿El espectador se ubicará como contemplador o tal vez como usuario? ¿Qué es lo que se revela en la exhibición el objeto o su imagen?
Ahora bien, se trata de objetos cerámicos, piezas, como suelen llamárseles en el idioma de la disciplina. Y aquí aparece otra señal fuerte para la comunicación. Tales piezas comparten la cotidianeidad del hombre, le son familiares, en particular en su dimensión funcional, un poco menos como producto artístico. Y sin embargo en esa familiaridad reside una de las cualidades más específicas de lo cerámico, su clave de encantamiento, su modo de exaltación tanto en la génesis como en el deleite.
Hace ya muchas décadas que en el plano mundial se trabaja desde los intersticios, minando viejas clasificatorias. Desde identidades que se han conformado por diferencias reales, en la producción, en la distribución y en el consumo, artistas, artesanos y diseñadores exploran los intersticios, cruzan sus umbrales, se contaminan, se entregan a la interdisciplina, se abren a otros dominios. El ceramista lo ha hecho desde siempre.
En 1936 Walter Benjamin escribía que en la narración permanecen las trazas del narrador como en el barro del ceramista quedan las huellas de sus manos. Si se le da alcance metafórico a lo dicho uno puede pensar que, como en otras artes ancestrales, la cerámica, sea hecha por la mano o por la máquina, guarda siempre semejanzas con la narración: tiene un rastro humano inconfundible, relata lo elemental, lo permanente, lo compartido, habla a lo comunitario. Su materia la preserva en un ritmo específico, el de esos productos de esfuerzos duraderos y llenos de renunciamientos de aquel tiempo en que el tiempo no se contaba. Su paso por el fuego la contacta con lo incontestable. Para llegar a la sólida duración debe entregarse a su autoridad. Esto hace diferencia.
El objeto cerámico, sea llamado legítimamente artístico, artesanal o industrial, tiene su propia escena común muy cerca de la naturaleza. En la proximidad de una historia de lo concreto reitera el vínculo fraterno que ha construido a lo largo de siglos y propone, una y otra vez, la contigüidad de la memoria.
En un mundo globalizado y virtualizado, en el último peldaño de la razón formal e instrumental, quisiera compartir la profesión de fe de Tomás Maldonado: ...es irrazonable conjeturar, como algunos se aventuran a hacerlo hoy, que los hombres en su vida cotidiana puedan a la larga desembarazarse definitivamente de la exigencia elemental y "demasiado tosca e ingenua", como se dice, de querer siempre y de todas maneras tocar con las manos las cosas de este mundo. Y recordemos que en esta tierra, una de las cosas que los hombres desde antiguo han elegido tocar con sus manos, son los objetos cerámicos.


www.deartesypasiones.com.ar ©DNDA Exp. N° 340514



ROMERO, Alicia. “Los Objetos Cerámicos”, en CENTRO ARGENTINO DE ARTE CERÁMICO; MUSEO EDUARDO SÍVORI. MUSEO DE LA CERÁMICA (Buenos Aires). XLIII Salón Anual Internacional de Arte Cerámico. Buenos Aires: Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires; CAAC, 2001, p. 4 [Exposición: del 29 de septiembre al 21 de octubre de 2001].

1 comentario:

Anónimo dijo...

GRACIAS POR EL TEXTO DE ALICIA